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El diario La Jornada ha demostrado una vez mas la vileza y la bajeza de los que lo dirigen y trabajan ahí, decidieron no informar la muerte de Luis González de Alba.
Luis fue uno de los fundadores de ese diario, fue columnista también por muchos años, pero independientemente de eso fue un escritor, fue uno de los lideres del movimiento del 68, pero desde hace años es el enemigo por disentir con ellos.
Esa misma vileza y odio que tienen López Obrador, Elena Poniatowska y demás sectarios que tanta división han causado en nuestro país.
Tras las especulaciones de ayer, ahora podemos confirmarles que el escritor Luis González de Alba se suicido de un disparo en el torax con una pistola calibre 22, era VIH positivo y desde que lo se entero, supo que no quería morir de eso.
En alguna comida en el ya extinto restaurante Tinto y Blanco, Luis me dijo que en el momento que se supo seropositivo le había caído un veinte: tenía que pensar de qué se quería morir. Tenía claro que de sida no, y luchó y se cuidó todo lo necesario para nunca desarrollar la enfermedad. Le perecía horrible, dijo, morir de cáncer, así que había tomado la decisión que procurar el infarto: pidió un chuletón de cordero con harta grasa.
Tenia planeado ese momento desde meses atrás, esto lo sospechan por la fecha en la que escribió su ultima columna publicada un día antes de su muerte.
Sufría de vértigos constantes que no lo dejan vivir la vida como el quería.
Descanse en paz una voz necesaria.
El escritor y político Luis González de Alba fue hallado sin vida en su casa de Guadalajara. Tenía 72 años.
De acuerdo con un reporte de “El Informador”, la muerte de González de Alba, uno de los líderes del Movimiento del 68, ocurrió hoy alrededor de las 12 horas en su casa de la colonia Arcos Sur.
Según información de la Fiscalía de Jalisco y la Policía de Guadalajara, no se conocen las causas del deceso.
El autor nació en el municipio de Charca, San Luis Potosí, en 1944. Creció en la ciudad de Guadalajara y con la intención de estudiar Psicología en al Universidad Nacional Autónoma de México, se mudó a la capital.
Durante el movimiento del 68, fue representante de la Facultad de Filosofía y Letras ante el Consejo Nacional de Huelga.
En una entrevista en 2013, González de Alba dijo “el 2 de octubre no define el movimiento del 68”.
González de Alba murió en el mismo día que se conmemoran los 48 años de la matanza en Tlatelolco.
Tanto Angeles Mastreta como Hector Aguilar Camin dicen que se trató de un suicidio.
Ni en Nexos ni en La Jornada he reclamado a Elena Poniatowska por haber empleado en La noche de Tlatelolco párrafos de Los días y los años, pues yo mismo autoricé a Elena las citas que deseara tomar. Tampoco soy tan bobo como para objetar que nuestros libros tengan similitudes, dado que narran lo mismo. Le estoy solicitando a Elena que ponga en voces de quienes corresponde cada párrafo, para que así no aparezca Raúl Alvarez Garín como testigo de lo ocurrido en el tercer piso del edificio Chihuahua el 2 de octubre de 1968, pues no estuvo allí, o Gilberto Guevara haciendo llamados a “impulsar la organización de los obreros en gremios independientes” (sic), línea política que combatió, o yo mismo hablando con el Búho en un departamento del quinto piso del edificio ya dicho y a la vez tirado en el suelo del tercer piso, viendo disparar al Olimpia. Es todo lo que exijo a Elena y a la editorial ERA. En su artículo del jueves 16 de octubre, Raúl Alvarez Garín explica las similitudes entre ambos libros, el mío y el de Elena, así: hubo una fuente común de datos elaborada por todos los actores principales, tanto Luis como Elena emplearon esa fuente y de ahí la similitud. Suena bien, pero Raúl Alvarez Garín es matemático, por lo mismo le planteo el asunto en términos matemáticos: Sean G y P dos reporteros. Sea F un grupo de presos que les relatan una cierta historia. Ambos reporteros toman notas por separado y en tiempos distintos. ¿Cuál es la probabilidad de que escriban dos textos, sean T y U, de 150 palabras cada uno, donde la primera palabra de T sea la primera de U, la segunda de T sea la segunda de U… la enésima de T sea la enésima de U y la última de T sea la última de U? Así ocurre con la narración de la llamada “batalla del Casco de Santo Tomás”, página 134 mía y 77 de Elena, ambos párrafos idénticos: (1) constantemente (2) llegaban (3) refuerzos (4) a (5) los (6) granaderos… etcétera. Supongamos que los reporteros G y P tengan en común un léxico de 20 mil palabras en español, ¿cuál es la probabilidad de que el azar produzca un párrafo de 150 palabras en el mismo orden? Creo, y Raúl me corregirá si no es así, que es un veintemilésimo por un veintemilésimo… multiplicados 150 veces. Eso da un número uno sobre la raya de quebrado y abajo un 2 elevado a la 150 potencia y seguido por 600 ceros. O, lo que es lo mismo, 0. 0… (645 ceros)… 7. Para que el azar produjera esa serie, eligiendo una palabra por segundo, se requeriría más tiempo del que ha transcurrido desde que el universo existe. ¿Sabe usted cuán “mucho”? Tres millones de millones de millones (repita 104 veces “de millones”)… de millones de veces la edad actual del universo.
En la FIL de Guadalajara, Elena Poniatowska me volvió a hacer en público la pregunta que le he respondido cien veces. Me obliga, con disgusto, a la ciento uno: ¿Por qué me tardé 25 años en pedirle que corrigiera sus errores, de leves a garrafales, en su clásico que la llevó a la fama: La noche de Tlatelolco? Respondí en Nexos al mes de que, en esa revista, en octubre de 1997, enumeré las 60 correcciones que debía hacer en la siguiente reimpresión de su libro. Repito: “Porque fue necesario, Elena, que te me derrumbaras”.
Al regresar a México luego de salir de la cárcel y de un año de exilio en Chile, fui muy amigo de Elena.
Este ensayo tiene su origen en la relectura de La noche de Tlatelolco, el libro de Elena Poniatowska. A partir de ahí, Luis González de Alba se ve obligado a corregir muchas de las imprecisiones que ostenta el libro. Lo que se desprende de esta tarea es un reclamo escueto y polémico: hace falta “una reedición, minuciosamente corregida e históricamente apegada a los hechos, de La noche de Tlatelolco”.
Vergüenza súbita
Me llegó La presidencia imperial, de Enrique Krauze, y tras de quedar atrapado por el capítulo que describe a Manuel Avila Camacho, y que leí de un tirón, gozando una prosa rica y una reconstrucción aguda, salté al capítulo sobre Gustavo Díaz Ordaz, que me interesaba de manera personal. Allí encontré una larga cita mía que creí tomada de mi relato sobre el Movimiento Estudiantil del 68, Los días y los años. Es una descripción de la manifestación silenciosa. Krauze la presenta con un gran elogio que agradezco: “Luis González de Alba lo describiría en un párrafo memorable”, y viene en La presidencia imperial la cita donde se lee lo siguiente: “Y de aquellas decenas y después cientos de miles sólo se oían los pasos… Pasos, pasos sobre el asfalto, pasos, el ruido de muchos pies que marchan, el ruido de miles de pies que avanzan. El silencio era más impresionante que la multitud. Parecía que íbamos pisoteando toda la verborrea de los políticos, todos sus discursos, siempre los mismos, toda la demagogia, la retórica, el montonal de palabras que los hechos jamás respaldan, el chorro de mentiras”. Enrojecí de vergüenza. ¿Así escribía yo? Sólo me faltó decir “el titipuchal”, el “buti”. Y luego eso de los pasos, pasos, pasos. Volví a enrojecer. Por suerte dudé. Busqué la cita en el libro de Krauze y descubrí que no hacía referencia a mi propio relato, Los días y los años, sino al de Elena Poniatowska, La noche de Tlatelolco. Una vez localizado el párrafo original en mi libro, de donde Elena lo pasó al suyo y luego lo tomaron los ayudantes de Krauze, vi con alivio que no dije nunca “pasos, pasos, pasos, el montonal, el chorro de mentiras”. Estoy traducido al poniatosko. Mi escritura es mucho más seca. También es menos simpática.